EL LADO ANIMAL O EL SECRETO DE LOS NIÑOS NARANJA


Debo contar esta historia para provecho de posibles incautos. La ingenuidad es peligrosa en un adulto, no así en un niño. Los niños, ya se sabe… Llevo años reptando entre las hojas secas de este bosque interminable por culpa de mi candidez. No sé si llegará el día en que deje de pensar… Hoy mismo miro con recelo los retazos del cielo plomizo que distingo entre las altas copas de los árboles. Un cielo como el de aquella tarde en la que todo sucedió, sutilmente, como si mi destino o mi suerte hubiesen sido arrastradas por el hambre y la ferocidad de un sumidero estratégicamente situado al lado de mi bondad. Déjenme recordar…

Aquella tarde la habitación estaba tranquila y en silencio. Quizás no había tanta luz como acostumbraba normalmente a aquella hora, aunque yo seguía leyendo sin problema un libro sobre la vida de un aventurero en la lejana China, cuyo título ahora no recuerdo. Oía truenos lejanos, cada vez más fuertes. Siempre pensé que mi vida cambiaría en un día de tormenta, pero no podía imaginar lo que estaba a punto de sucederme. Me acerqué a la ventana abierta y pude ver cómo se aproximaba la tempestad sin remedio. Y allí estaba: por el sendero, entre los árboles del bosque, creí ver cómo se arrastraba un niño dejando tras de sí una estela naranja. Pensé en las historias fantásticas que había oído cientos de veces acerca de los niños naranja y que, por supuesto, nunca había creído…

Estuve largo tiempo escrutando entre la frondosidad, observando cómo lo inerte tomaba vida gracias al viento y a la lluvia, intentando descubrir si era cierto o no lo que en un primer momento creí ver... Pero no volví a ver otra vez al niño naranja hasta que lo tuve delante de mí, bajo la ventana, iluminado por la luz de un gran relámpago. Sobrecogido, la cerré.

Tras el cristal observé al niño, que estaba tirado en el barro, como una alimaña: miraba al cielo y lloraba desconsolado. Era como si no entendiera nada o estuviera asustado. Nunca imaginé que hubiera tanta soledad en la vida de alguien y menos en la de un niño... Nervioso, corrí las cortinas y la tormenta empezó a descargar con fuerza inusitada.

Siempre había rechazado la idea de la existencia de los niños naranjas. Por eso, retomé el libro del aventurero y desestimé la idea de dejar pasar a aquel niño lloroso e invitarlo a una taza de té. No aceptaba tal cosa. Me negaba inútilmente a creer lo que mis propios ojos acababan de ver.

Al poco tiempo quedé dormido con la conciencia no del todo tranquila, nervioso: seguro que el niño esperaba agazapado bajo la ventana a que lo invitara a entrar. Mientras, la tormenta lloraba con fuerza.

Desperté cuando el estruendo de los truenos cesó y un silencio extraño se apoderó de la sala en la que estaba: todo el mundo sabe que cuando oímos el silencio es porque el orden natural de las cosas ha cambiado, se ha alterado. Supe con certeza que tras las cortinas se escondía el niño naranja, pero no hice caso, no quise hacer caso. Y, menos aún, quise pensar cómo podía haber entrado… Me dedique a no quitar la vista de las cortinas durante largo tiempo… Pasaban los segundos, los minutos, y nada. A veces, de tanto tener la vista fija en ellas, me parecía ver un movimiento, un ligero roce fantasmal; incluso, me pareció oír una risa infantil. Pero pasaba el tiempo, y nada. Pensé que quizás no había nadie tras las cortinas, por mucho que yo presintiera lo contrario. Decidí que sólo tenía que esperar a que la curiosidad de un niño hiciera su trabajo, si es que realmente estaba allí. Por eso, no descorrí las cortinas, simplemente esperé…

Fue mucho después, a media noche, cuando una pequeña mano anaranjada salió de detrás de las cortinas y tanteó en la oscuridad. ¿Qué maldades podrían ocurrírsele en la solitaria oscuridad, donde la inconsciencia más remota se despierta para enturbiar las buenas razones del alma? El niño se atrevió a salir y comenzó a reptar por el suelo hasta toparse conmigo, con uno de mis zapatos… Hubo unos segundos tensos. Entonces, el niño empezó a reír y pensé en mí cuando era pequeño. Decidí no decir nada, aunque ahora no sé si fui yo el que tomó la decisión de no hablar o fue él el que me nubló la mente, los gestos, mi vida… La visión de aquel niño de color extraño tirado en el suelo, como si fuera un reptil, hizo que mi piel se erizara y que un escalofrío recorriera toda mi espalda. El niño naranja paró en seco su risa y comenzó a hablar sin mirarme, con la cabeza gacha, mirando el suelo, y con una voz muy familiar, que ahora sé que era la mía, la misma voz infantil de mi niñez:

-Los niños naranja solemos reír bastante, muy a menudo, ¿sabes? Aunque antes me viste llorar bajo la ventana. Cerraste la ventana, lo sé. Me dejaste fuera, bajo la lluvia, en el barro. Sí… No quisiste invitarme a una taza de té. Por eso lloraba. Estaba muy triste… Bueno, no te preocupes. Shhh… No hace falta que digas nada. Silencio… Es hora de que te mire a la cara… Ya veo lo que seré. Coge mi mano. Tómala y huéleme… Yo sé lo que quieres perfectamente. Necesitas ayuda. Soy tu niño naranja y te ayudaré. Sé que tienes miedo, que no crees lo que estás viendo, pero tienes que tener fe. La misma que yo tengo en ti. Mmm, mmm…Eres lo que yo seré, por eso me permito hablarte así, no creas que soy arrogante. Silencio. No digas nada. Lo sé todo. Sé de tu vida, de tus miedos y, lo hecho, hecho está. Seré lo que tú quieras, no hay más remedio. Pero aún no es tarde, nunca lo es para cambiar las cosas. ¿Ya no te acuerdas de mí? He esperado mucho. Mira, ya no llueve. No, ya no… Nunca es sencillo volver a empezar, lo sé, pero el tiempo no pierde su valor y me da la razón. Oye mi voz, que fue la tuya. Tu voz la tienes en mí. Ahora estoy aquí, contigo. Mmm, mmm… ¿Te acuerdas? Cuando eras pequeño te gustaba cantar. Sí. Permite que me levante, he estado años y años reptando y me duele tanto la espalda, ha sido tan duro reptar por el bosque… Mira mi piel. Huéleme. Estoy aquí contigo, ya no llueve, no me tengas miedo. Siempre he estado a tu lado desde que me dejaste atrás, ¿sabes? He sido testigo de tu vida, de tus noches. El alma partida en dos. Huéleme. Mírame. Mira lo que fuiste. Silencio. No, no digas nada. Ya ha empezado todo, ¿sabes? Debes aprender de tus errores. No tengas miedo. Dame lo que te doy, que fue tuyo… No quiero ahogarme en la tristeza de lo que seré, no podría crecer con ese dolor. Soy un niño, ya ves. No, no quiero llorar. Otra vez, no. Mmm, mmm… Aquella canción que cantabas de pequeño y que ahora canto yo. Escucha. ¿Ves?, ya no llueve. La tormenta cesó. ¿Qué pasa? ¿Qué tienes? Ya… Shhh… Debes comprender que sin ti no soy yo, y que compartir no quiere decir dejar de sufrir. Ser la mitad no basta, recuérdalo. Te perdono y tú me perdonarás. Huéleme. Es el principio, no el final. La esperanza… Róbame lo que más me duele, lo que más quiero. Dame lo tuyo. Recupéralo. Es tuyo, es nuestro. Un espejo no te da la verdad, tú lo sabes. Mi ausencia nunca fue verdadera. Escucha. Siempre quedó algo, como aquella canción… Mmm, mmm… La canción. Subido en aquel taburete… ¿Te acuerdas? Sí, ya sé que el tiempo no se para a recordar, pero no es sencillo olvidar, tienes que acordarte. Shhh, silencio, no digas nada. Espera, espera. Huéleme. Aquí, aquí, en mi mano, que fue la tuya. Un momento… Espera, tengo que reír. Los niños naranjas necesitamos reír muy a menudo, ya te lo he dicho antes. Ahora es un buen momento. Lo necesito. Tengo que reír. Después tomaremos una taza de té. Los dos. Frente a frente. Espera, shhh, no digas nada, silencio… No digas palabras que luego yo no quiera decir… Shhh, espera, voy a reír… Tengo que reír… He llorado tanto en los últimos años…

El niño naranja se arrastraba por el suelo y reía a carcajadas. Un color naranja, muy vivo, llenó toda la habitación. Mientras, yo lo observaba hechizado, sin saber qué hacer, con miedo, con pena, cautivado. De pronto, se levantó y prosiguió su discurso:

-Es muy tarde. Queda poco para que amanezca. Mejor no tomamos té… Me hubiera gustado tanto tomar el té contigo… Mírame. Mira mi piel. No hay nada que puedas hacer… Ya lo sabes: la única y verdadera mala suerte es nacer, vivir, el impulso que tenemos hacia las peores cosas. Por eso no tomaremos té, al menos hoy. Mmm, mmm… En realidad somos unos malditos. Hemos estado separados tanto tiempo… Cuando se vuelve a ver a alguien después de muchos años, habría que sentarse, uno frente al otro, y no decir nada durante horas para que comprendiéramos la consternación de cada uno. Yo te comprendo, compréndeme tú a mí. Yo he estado muchas veces frente a ti, pero no has querido verme. Mi aflicción ha sido infinita. No creas que no he querido ayudarte. He llorado tanto por ti. Me abandonaste, aún siendo lo mismo en tiempos diferentes. Tomamos caminos diferentes. Por eso, la conversión tiene que empezar… Tu infancia perdida… ¿Qué esperas para entregarte? Dame tu existencia transfigurada por el fracaso. Dame tu amargura. Toma mi estela naranja, síguela. Mudémonos. Acércate un poco más. Ven, coge mi mano. Shhh… Silencio. No sueltes mi mano. Mmm, mmm… Poco a poco te irás convirtiendo en un niño naranja, no cabe duda. Lo necesitamos los dos. Ven… Ven a la ventana. Yo la abriré. Primero descorreré las cortinas. ¿Ves? Mira, ya ha amanecido. Un día más, aunque diferente para nosotros dos. Espera… Ahora abro la ventana. Asómate. Shhh… Silencio. Huéleme. Así. No llores. Tienes que reír, como yo he reído durantes tantos años. Sube. Sube aquí. Yo te ayudo, no sueltes mi mano. Mira el bosque. Obsérvalo… Es inmenso. Es tan grande… Ve hacia él, no tengas miedo… Es tu gran oportunidad, aprovéchala… Ve, arrástrate… Vuelve cuando creas que estás preparado. Yo te esperaré cantando nuestra canción. Mmm, mmm… Corre, ve…

Salté desde la ventana hasta el suelo con la habilidad de un felino y comencé a reptar hacia el bosque. Después de recorrer unos cuantos metros miré hacia la ventana. El niño naranja la había cerrado y me miraba llorando. Yo le sonreí y él corrió las cortinas. Serpenteé hacia el amparo de los árboles decidido a encontrar la inocencia de mi niñez…

Ahora siento como si mi conciencia se hubiera vuelto del revés. Mientras vivía fuera de lo terrible, hallaba palabras para expresarlo, pero ahora que estoy dentro del horror y lo conozco por dentro, ya no encuentro ninguna. ¿Dónde están mis sensaciones? ¿Se han desvanecido en mí? Lo único que sé es que fui engañado, igual que los otros niños naranjas que me encuentro reptando por todo el bosque. Hemos sido engañados por nuestra propia codicia infantil que creíamos enterrada y que nos ha devuelto la cruel voracidad del pasado, cuando éramos niños.

A veces repto por el sendero que conduce a mi antigua casa e intento entrar en ella, pero las ventanas siempre están cerradas y el antiguo niño naranja que me sedujo aquella noche en la que todo cambió me mira con compasión y corre las cortinas para no verme. Su piel ya no es anaranjada y su cuerpo tampoco es el de un niño desamparado: es más yo, o sea, más como era yo, porque cada vez que mi cara se refleja en los arroyos de este monstruoso bosque veo la cara de él, de lo que fue él… Soy más niño, más infantil, más cruel… Soy un niño naranja en toda regla...

No sé si es que no estoy preparado para reconquistar lo que fui; no sé si poco a poco dejaré de pensar e iré quedándome sólo con mi lado animal.

11 comentarios:

pon dijo...

Joder.

He ido pasando del niño salvaje de Truffaut los colores infames del universo maldito de Lovecraft, Ennis del Mar sin colores en su infancia, para llegar hasta tí.....
afilado como un bisturí, cuánta maldita (auto)consciencia.

Anónimo dijo...

Por momentos me recordó el desamparo del principito...
Me he quedado muy pensativa

humanom dijo...

Me atrapó tu historia desde las primeras líneas que leí, había como una curiosidad por saber si eras tu el niño naranja o no.

"... todo el mundo sabe que cuando oímos el silencio es porque el orden natural de las cosas ha cambiado...", simplemente me encantó.

Marga dijo...

¿Real, irreal?, sólo tú lo sabes.

Quédate con lo mejor del niño naranja, en el fondo todos tenemos algo de niños ¿o no?

Pero no te quedes sólo con ese lado animal, que tienes muchos más lados hermosos corazón.

Besitos

Unknown dijo...

.- Esto va cogiendo forma... un placer.

Anónimo dijo...

Quedo a la espera de ese té y de esa canción a dos voces, o quizás a una.
Juro que vuelvo.

(Esperaba un ejercicio de estilo y me encuentro con este viaje tan profundo hacia las sombras, temo, temo..)

Anónimo dijo...

He vuelto a leerlo, esta vez muy muy despacio...
y he sentido miedo, creo que he metido la mano por el agujero de una pared y lo que ahora mismo tengo en ella es algo caliente que palpita, tan suave que se escurre entre mis dedos...
podría ser un corazón de verdad...

José L. Serrano dijo...

este requiere una relectura sin mi jefa soplandome el cogote.

cuando Pon me dijo "léelo, es muy bueno" y me miró de esa forma que solo ella sabe supe que había que leerlo y que llevaría razón.

Joder, esto es muy bueno

Anónimo dijo...

Alucinas, eh Serrano?

Anónimo dijo...

Creo que uno de los dos me está mirando...

pon dijo...

Dios, con la fotito me has matao......