CRÓNICAS IRRESOLUTAS (III)

NERVIO SIMPÁTICO, QUE NO AMABLE

Cuando ayer vino mi amiga Dilema a visitarme, yo no estaba para visitas.
-Hola, Irresoluta –me dijo, mientras entraba en mis dominios como si tal cosa, como si la buena educación no tuviera nada que ver con ella-. He pensado que como pasaba por aquí y hacía tanto tiempo que no te veía..., –se sentó en mi roca preferida-. La de cosas que me han pasado, tú no sabes –decía sin mirarme enroscando y desenroscando la lengua.
-Dilema, tú y tus cosas... ¿Qué te hace pensar que me interesan? –le dije mientras uno de mis ojos captó un apetitoso nido de arañas y el otro miraba a mi amiga Dilema de arriba abajo con cierta envidia y desdén, porque ella sí que es guapa, no como Fortuita.
-¿Tienes un cigarrillo? Vuelvo a fumar.
-¿De amapola o de...?
-De amapola está bien –me cortó, al tiempo que su larga y viperina lengua atrapó el nido de arañas que yo creía iba a ser mi cena.
-Toma –le lancé el paquete con la lengua, que voló seis metros sobre las adormideras, con la intención de que le diera en la cabeza.
-Ay, Irresoluta -me dijo atrapando el paquete con la cola-, ayer pasé toda la noche con un jiracoleón guapísimo –continuó, desliando lentamente su larga cola, mientras sacaba un cigarrillo del paquete que acababa de lanzarle con toda mi mala intención.
-¿Ah, sí? –enrosqué mi cola, intentando disimular la frustración de haber fallado el tiro.
-Sí –dijo con una sonrisa triunfal mientras encendía el pitillo.
-Pueeees... -dije arrastrando la voz.
-¿Sí? -me preguntó a la vez que soltaba una gran bocanada de humo violeta.
-¡Qué bien! -mentí.
-Pues sí, ¡lo necesitaba tanto...! -dijo recostándose en la roca.
-¿No estuviste con uno la semana pasada? -le pregunté, maliciosamente.
-¿Y qué tiene eso que ver? -irguió el cuello, apagando el cigarro violentamente sobre los frescos helechos que adornan mis dominios.
-Nada, Dilema, no te pongas así -le dije, sin que se me notara lo satisfecha que estaba de haberla incomodado, y lo molesta que estaba también al ver a uno de mis helechos destrozado.
-¿Qué insinúas? -me preguntó agresiva, mientras su concha iba subiendo de color.
-Nada, Dilema, nada -intenté apaciguarla, aunque el tono de mi voz y mis gestos no ayudaban demasiado.
-¿Me estás llamando puta? -inquirió provocadora.
-No, Dilema...
-¿Soy una guarra, una cualquiera?
-Yo no he dicho eso.
-¿Tengo yo la culpa de atraer irresistiblemente a todo jiracoleón que se me acerque?
-Dilema...
-Di, ¿tengo yo la culpa? ¿La tengo?
-Ojalá me pasara a mí lo mismo, Dilema, ojalá... -suspiré.
-¿Lo mismo? -se sorprendió, cambiando el tono agresivo de su voz por otro mucho más suave e interesado.
-Sí, ojalá pudiera yo atraer a cualquier jiracoleón -le confesé sin querer.
-¿Qué quieres decir? -preguntó muy interesada y sin rastro ya de enfado.
-Lo que te estoy diciendo. Llevo tres años seguidos receptiva, y nada.
-¿Nada? -siguió sonsacándome.
-Nada de nada.
-¿Virgen?
-Virgen e inmaculada.
-¡No me lo puedo creer!
-Créetelo.
-Tienes que apresurarte. Llegará el momento en que te explote la concha.
-Lo sé, pero, ¿qué quieres que haga? -le dije, poniéndome totalmente en sus manos.
-No sé, ya pensaremos algo -dijo, mientras que sacaba otro cigarrillo de amapola y lo encendía nerviosa, pero totalmente contenta por poder inmiscuirse en mi vida.
-Estoy harta de pensar.
-¿Ya escribes cartas en las hojas de higuera?
-Todas las noches.
-¿Y las esparces por el páramo?
-Todos los días.
-Pues no entiendo por qué todavía eres virgen -comentó expulsando sobre mi cara una gran bocanada de humo morado.
-Yo tampoco –tosí, a punto de llorar.
-Rompes todas las estadísticas.
-Sí... -balbucí.
Mi amiga Dilema se quedó pensativa durante un largo tiempo mirándome a la cara, mientras yo me resistía a llorar para no darle ese gusto. Lió y deslió varias veces su larga cola esperando no sé qué, hasta que de pronto se levantó de la roca en donde había estado recostada todo el rato, y se acercó a mí, sin dejar de mirarme ni un solo momento.
-No desesperes -me dijo acariciándome la concha con la cola-, tranquila.
-¿Cómo voy a estar tranquila?
-Ten fe.
-¿Fe?
-Sí, Irresoluta, fe.
-Pues, la verdad... -
-Fe.
-Hic...-hipé.
-Y esperanza -me dijo, antes de marcharse y de apagar el cigarrillo sobre otro de mis helechos, dejándome con la sensación de que no me había ayudado lo más mínimo con sus supuestos consejos, sino todo lo contrario, y además, con dos helechos menos...

(continuará...)

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡¡¡¡------------!!!!!