CRÓNICAS IRRESOLUTAS (XIII)


LA VERA DILEMA

Me desperté, aturdida, al cabo de unas horas, sobre una cómoda y gran roca recubierta de helechos, y pensé: ¿dónde estoy?... Pues ya lo he dicho: estaba sobre una cómoda y gran roca recubierta de helechos, en dónde pensé: ¿dónde estoy?

-¿Quién es usted? -pregunté, desconfiada, a una que había al lado mío, porque nunca me he fiado de los desconocidos, como bien me enseñó mi madre, que en paz descanse, aunque pensándolo bien, quién sabe si ahora seguiría todavía virgen que, por otro lado, me lo tengo merecido por mojigata y desconfiada, las cosas como son, así que espero y deseo que mi madre esté ardiendo en el infierno.

-¡Lo que me faltaba! ¡Sin concha y encima amnésica!

-¿Amnésica, dice que se llama?

-Soy Dilema, estúpida.

-Pues no la recuerdo, perdone usted -dije muy educada, porque una cosa no quita la otra.

-Soy tu amiga del alma, que nunca ha dejado de cuidarte y que tú siempre has querido tanto. Soy Dilema, la que tanto ha hecho por ti. ¿Cómo es posible que no te acuerdes de mí?

-Pues, la verdad...

-Y tú eres Irresoluta. Una asesina en serie, que todavía sigue siendo virgen.

-Lo de virgen me suena -recordé.

-Claro, aunque con la caída que has tenido, vete a saber si no se te ha roto el himen, y has dejado de ser virgen, porque hija mía, vaya barrigazo que te has pegado, que si has resistido eso, resistes cualquier cosa. Yo creo que has roto todas las estadísticas...

Mientras mi amiga Dilema hablaba, yo iba recordándolo todo, pero decidí que siguiera hablando para ver hasta dónde podía llegar.

-...y siempre has tenido envidia de mí, que soy tan guapa y distinguida, no como tú, que aunque no estés del todo mal, no es que seas una maravilla, a las pruebas me remito, no vayas a creer que te lo digo para hacerte mal, pero es que no te has comido una rosca en toda tu amargada vida, por no decir triste y aburrida, mientras que yo he estado con unos y con otros llevando una vida sexual satisfactoria y gratificante, sin llegar a ser promiscua, por supuesto... Pero vamos a ver, ¿cómo es posible que no te acuerdes de todo esto? No lo entiendo, la verdad... Y ahora somos fugitivas por tu culpa, que eres una asesina en serie y me has involucrado a mí, que soy una caritativa jiracoleona, tan bondadosa y sensible, pero bueno, por ayudarte, y porque yo haría cualquier cosa por una amiga sin importarme lo que sea, me veo obligada a huir contigo y dejar el páramo en donde siempre hemos vivido, y en donde yo tenía una vida social envidiable...

-Dilema -la corté.

-¿Qué?

-Nada -le dije, mientras mi cola ceñía su cuello constriñéndolo hasta que mi amiga empezó a agonizar.

Ya no necesitaba más pruebas para saber cómo era mi amiga Dilema. Ya no tenía ninguna duda al respecto. Ya sabía que no tenía corazón, ni corazoncito. Ya sabía que en la única que podía confiar era en mí y en nadie más... Sabía todo eso, y no pude matarla... todavía.

-Maldita -le dije, mientras aflojaba la cola de su cuello.

-¡Casi me matas! Eres una asesina nata -dijo mi amiga cuando recuperó el aliento.

-Cállate, Dilema, cállate.

-Todo lo que he dicho, lo he dicho sin pensar, de verdad. Lo que pasa es que como estabas amnésica, me he ido animando y no me he podido controlar. Ya sabes que una cosa lleva a la otra; tú lo has dicho en más de una ocasión, acuérdate.

-Te he dicho que te calles.

-Ay, hija, perdón.

(continuará...)

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